Es mayo en mi país, y el clima parece copiar mis estados de
ánimo. Nunca sé si lloverá o saldrá el sol, si el cielo estará gris o brillará
con toda su fuerza.
Me dicen que es normal, que son las etapas del duelo, que el
tiempo aligera las heridas. Pero yo no lo siento así. Al contrario. En mi
corazón el tiempo cava más hondo, más doloroso. Los recuerdos se hacen más
presentes y su ausencia duele cuando respiro.
Hoy retomé la lectura del libro La ridícula idea de
no volver a verte. Ya lo había leído en mi viaje a Chicago, en octubre del
año pasado. Sin embargo, sentí un impulso extraño, casi involuntario, de volver
a abrir sus páginas. Buscaba consuelo en las palabras de Rosa Montero, que se
entrelazan con la vida y la pérdida de Marie Curie.
En la contraportada se lee con acierto: “Sentirás
que ha sido escrito solo para ti.” Y en este momento de mi vida,
realmente lo he sentido así. Por eso quiero compartir dos párrafos que
describen con exactitud lo que yo no he podido expresar con mis propias
palabras.
“Siempre, nunca,
palabras absolutas que no podemos comprender siendo como somos, pequeñas
criaturas atrapadas en nuestro pequeño tiempo.
¿No jugaste en la niñez a intentar imaginar la eternidad? Eso es lo
primero que te golpea en un duelo: la incapacidad de pensarlo y de
admitirlo. Simplemente la idea no te
cabe en la cabeza. ¿Pero cómo es posible que no esté? Esa persona que tanto
espacio ocupaba en el mundo, ¿Dónde se ha metido? El cerebro no puede
comprender que haya desaparecido para siempre. ¿Y qué demonios es siempre? Es
un concepto inhumano. Quiero decir que está fuera de nuestra posibilidad de
entendimiento. Pero cómo, ¿no voy a verlo más? ¿Ni hoy, ni mañana, ni pasado,
ni dentro de un año? Es una realidad inconcebible que la mente rechaza: no
verlo nunca más es un mal chiste, una
idea ridícula”
”En los primeros
días la gente te dice: - Llora, llorar es muy bueno -, y es como si dijeran: -
Ese absceso hay que rajarlo y apretarlo para que salga pus. – Y precisamente en
los primeros momentos es cuando menos ganas tienes de llorar, porque estás en
el shock, extenuada y fuera del mundo. Pero después, enseguida, muy pronto,
justo cuando tú estás empezando a encontrar el caudal aparentemente inagotable
de tu llanto, el entorno se pone a reclamarte un esfuerzo de vitalidad y de
optimismo, de esperanza hacia el futuro, de recuperación de tu pena. Porque se
dice precisamente así: Fulano aún no se ha recuperado de la muerte de Mengana.
Como si se tratara de una hepatitis (pero no te recuperas nunca, ese es el
error: Uno no se recupera, uno se reinventa).
No es intención criticar a nadie al contar esto, Yo también he actuado
así, antes de saber. Yo también dije: Llora, llora. Y tres meses después:
Venga, ya está, levanta la cabeza, anímate. Con la mejor de las intenciones y
el peor de los resultados, seguramente.
“
Rosa Montero
La ridícula idea de no volver a verte
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